Chiles en nogada
Las fiestas patrias aglomeran un gran número de símbolos que nos dotan de identidad, y en estas fechas, se vuelve más que oportuno destacar lo que México le ha heredado al mundo.
A más de 200 años de uno de los platillos más exquisitos de la gastronomía mexicana, sinfonía de sabores, exageración gozosa, suma culinaria y cumbre gastronómica, que entra por la vista, el gusto y el olfato y que fue resultado de la ciencia y paciencia de un grupo de monjas involucradas en la gastronomía barroca.
Un plato, en donde tanto colores, como sabores convergen para dar vida a una de las tradiciones culinarias más arraigadas y emblemáticas de México, que nació precisamente en la ciudad de Puebla, la de los angeles, que mereció el título de muy noble, muy leal y muy heroica y, que no solo resguarda tesoros arquitectónicos y una gran cultúra, sino también exquisitas recetas y magníficos platillos que nacieron y se forjaron a la par de la ciudad.
El chile en nogada, es uno de los que sobresalen a esta riqueza, y además es emblema de identidad nacional, que a simple vista, evoca a nuestro principal lábaro patrio. Así como decía Fernando del Paso en su breve pero suculenta bibliografía de la cocina mexicana, el chile en nogada, es uno de los platillos más refinados y maravillosos de la cocina mundial. Un platillo que a pesar de contar con ingredientes que en un 90% son de origen español, es hoy, símbolo de lo mexicano, rico en sabores y orgulloso portador de los colores de la enseña nacional.
Como el menú que le dictaba el emperador Maximiliano a su secretario Blasio camino a Cuernavaca, en la famosa novela Noticias del Imperio, donde pedía que cada platillo llevara en él, los colores de la bandera, pues fue en este mismo sentido que las monjas deciden hacer lo propio en la cocina para dar vida a este manjar, un platillo barroco, el chile en nogada, constituido por ingredientes dulces: manzanas, peras, duraznos criollos, nueces, piñones y pasas, lo que lo hacen ser, en su origen, un postre.
Un chile relleno de fruta, parte de una larga lista de platillos de fiesta y de temporada, que tienen fecha en agosto y septiembre.
La leyenda nos cuenta que en el siglo XVIII eran las religiosas poblanas quienes pasaban tiempo experimentando nuevas y sofisticadas recetas con los ingredientes procedentes de Asia y Europa mezclados con los locales.
En agosto de 1821, poco antes de ser consumada la independencia, arribó triunfal a la ciudad de puebla, el libertador Agustín de Iturbide, a la cabeza del ejército Trigarante, Puebla lo recibió con vítores, algarabía y un gran banquete mandado a hacer a diferentes conventos poblanos.
A las monjas Agustinas del convento de Santa Mónica se les había pedido hacer un postre “los chiles rellenos bañados en salsa de nuez”, una receta que, si bien ya existía, por lo menos desde el siglo anterior, estas monjas deciden rematar el platillo, bañándolo en salsa de nogada, adornarlo con semillas de granada y hojas de perejil, y así, lograr obtener los tres colores de la bandera de las tres garantías, por lo que, en realidad los chiles en nogada no fueron inventados para Agustín de Iturbide como nos cuentan las historias, sino, decorados para él.
Sin duda esta tradicional platillo ha logrado durante años y años cautivar los paladares de de mexico y el mundo, convirtiéndose en una tradición que bien vale la pena, conservar y difundir, pero, sobre todo, disfrutar llegada la temporada del orgullo nacional.